20 de junio de 2010

OTEIZA

Hace no mucho tuve la oportunidad de ir a conocer una exposición de Oteiza de la mano de una historiadora del arte. En su día no escribí sobre ello porque me encontraba redactando un concurso de arquitectura; pero a pesar de estar inmersa en otras ideas, me produjo un intensa reflexión; recordando aquella que empecé en la facultad mientras me obligaban a dibujar y medir con precisión sus cajas metafísicas, para después recontruirlas con el mismo trozo de papel recortado.

La desocupación espacial: la escultura de Oteiza no trata de la forma de las cosas, sino de esos vacios – espacios en su interior y alrededor – que toman protagonismo frente a los volúmenes.


Precisamente Oteiza pasa con un salto de una escultura masiva a definir el vacío y “el negativo de la masa”; ahí nace su genial laboratorio experimental. Quizá pensó que lo verdaderamente importante es el vacio donde nos movemos y vivimos. Las habitaciones de una casa son el vacio generado por la paredes. No vivimos en la piedra. Quizá por eso, el concurso de arquitectura que estaba redactando se basaba en “la vida en torno a dos patios” como un lugar en torno al cual de ordenan y generan actividades.

Treinta radios lleva el cubo de una rueda; lo útil para el carro es su nada (su hueco). Con arcilla se fabrican las vasijas; en ellas lo útil es la nada (de su oquedad). Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil para ella. Así, pues, en lo que tiene ser está el interés. Pero en el no ser está la utilidad.” Lao-Tse






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