Los retratos fijan instantes, fragmentos de vida quizá únicos e irrepetibles.
A veces nos apetece volver a mirarlos, recuperarlos en nuestra vida
cotidiana. Aunque se hayan vuelto amarillentos por el paso del tiempo,
no es extraño que una segunda mirada nos proporcione una agradable
combinación de sentimientos. Volver a un retrato es como intentar viajar
en el tiempo
y reconstruir
recuerdos
que no siempre se han perdido
aunque estuviesen algo adormecidos.
En ese viaje de regreso podemos emocionarnos,
reírnos de nosotros mismos,
sentir la implacable vorágine de los días;
aunque, al final, siempre nos consuela darnos cuenta de que,
a pesar de que tal vez seamos otros, esencialmente
seguimos siendo los mismos.
Valdemar Cruz
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